Cuento
“El suspirar de Artemisa”
PARTE 1
Jamás había podido ver el amor de esta forma, nunca
había podido expresar el amor, porque no lo había llegado a sentir, hasta
ahora. Realmente es difícil poder explicar estos sentimientos infantiles que
provocan en tu mente una y mil fantasías. Cada día de mi vida me había
preguntado si algún día llegaría a mi aquella sensación. Aquella curiosidad se
había convertido a lo largo de los años en un anhelo al que estaba resignada a
nunca poder experimentar.
Desde el momento en el que intentaba llevarme
bien con todos mis compañeros una parte de mi corazón ya se había dado por
vencida, sin embargo una parte de mi sabia que debía seguir siendo fuerte a
pesar de los comentarios que de mi hacían. Cada día que trataba de ser yo misma
las personas que se encontraban a mi alrededor se alejaban mas y mas de mi, no
sabia la forma de responder a esto y mi única forma en la que me podía sentirme
útil era haciendo mil y un cosas para los demás, aunque estos, ciertamente,
abusaran de mi.
No recuerdo cual fue el punto preciso de mi vida
en el que aquella ilusión de niña se hizo por fin realidad. Había esperado toda
mi vida para sentir aquel gozo, aquella emoción que me hiciera dibujar una
sonrisa en este frio rostro que muchas veces solo fingía sentirse a gusto con
los demás. No se muy bien que año era, pero por mi cuerpo el tiempo había
dejado huellas de más de dos décadas. Mi cabello todavía se mantenía a salvo de
las múltiples modas que las jóvenes de mi edad solían seguir. Mi cuerpo no era
nada extraordinario, no llegaba a ser ni muy delgada ni muy gorda. Mi estatura
decepcionaba a cualquiera, para mis 27 años el 1.60m era lo máximo que había
podido alcanzar y aquellos endebles tobillos que tenia no me permitían soportar
por más de medio día un par de zapatillas de un tacón decente. Ni mis gustos ni
mis modos habían sido los más correctos para ser aceptada, pero como ya
mencione antes, aún cuando seguía luchando, una parte de mi corazón ya se había
dado por vencida.
Ni mi vestido floreado de los domingos me hacían
alcanzar la imagen de Marilyn Monroe reflejada en las grandes carteleras de los
cines, ni mis pantalones cortos que había obtenido de un mercado de New York me
hacían ser tan deseada como lo fuera Grace Kelly o un Chevrolet Covertte 1953.
Jamás había superado las expectativas de los demás ni mucho menos las mías.
Había decidido llevar una vida tranquila y
resuelta. Me había resignado a aceptar únicamente el reconocimiento de los
demás sin necesidad de ser o sentir algo extraordinariamente fuera de lo común.
Era consiente del daño que a diario le ocasionaba a mi corazón el hacerme una
nueva esperanza todos los días sabiendo que nunca llegaría a mi aquella
sensación que de niña me había hecho poder soñar.
En este punto de mi vida, los recuerdos vuelven
a mi con la intensidad de tremendas ráfagas de aire…sentimientos de una vida
que por muchos años pensé que llevaría por siempre. Recuerdo muy claro que una
vez, mi padre me dijo que la buena música era únicamente la que mi familia
escuchara, con la que había crecido, que me olvidara de aquello de escuchar
música “negra” y me dedicara únicamente a representar bien mi papel de mujer.
Me había tocado ser la cuarta de cinco hijos. Mi
madre y mi padre nunca habían llegado a amarse, pero nos habían criado de la
forma que ellos creían la más correcta. A lo largo de toda nuestra vida habían
estado pendientes de cada uno de los asuntos de nuestra vida, siempre
procurando que no nos metiéramos en líos. Mis hermanos habían cruzado la
escuela primaria y secundaria con buenas notas, sin embargo yo notaba cual era
la verdadera conducta que ellos tomaban cuando mis padres estaban ausentes. Sí,
mis padres nos habían enseñado como seguir por aquel camino que se encontraba
exactamente trazado, por aquel camino en el que la oscuridad y la maldad nunca
se aparecerían, por aquel camino en el que una sonrisa bastaría para solucionar
todos los conflictos del mundo, por aquel camino en el que una mujer tendría
que comportarse como mujer y un hombre ser como un hombre, por aquel camino en
el que solo tendría que ser yo misma para ser aceptada. Pero mis padres nunca
pensaron que aquel camino que habían trazado para cada uno, me provocaría más
problemas.
Saber que es realmente el amor me deprime,
porque ahora puedo entender que la mayor parte de mi vida la pase con la
ausencia de esta. Como quisiera poder haber conocido antes este sentimiento
pero me es sumamente inexplicable como es que ahora siento y vivo.
La ultima vez que tuve este sentimiento fue
cuando iba en la escuela secundaria. Había conocido a un chico como yo y creía
haber conocido por primera vez el amor. Estaba dándole todo, mi admiración
hacia el era muy grande, cada palabra y acción que hacia me conmoverme y me
hacia sentir especial pero muy dentro de mi, sabia que hacia falta algo, que
aquel sentimiento que experimentaba no era amor. Luego de haber estado cerca de
el por mas de tres años no había podido llegar amor, y es ahora que comprendo
que mi vida estaba destinada a ese cruel destino sino llegaba a saber que era
amarme a mi misma. Había leído muchas novelas en donde la protagonista
solo podía conocer el amor cuando al fin
conociera a un hermoso mozuelo lleno de riquezas y virtudes, aquel hombre que
las salvaría de la rutina diaria y mostraría el verdadero amor y había sido de
esta forma como los libros me demostraban el amor.
Como saber que es el amor verdadero si tu propia
familia jamás supo expresártelo, como sentir amor hacia los demás, si nunca
sintieron eso por ti, como amar al amor si no sabes lo que es?. Desde mi
infancia percibí aquella falla en mi familia, mis padres nunca se amaron, mis
hermanos me demostraron respeto, pero jamás amor, en mi familia nunca se
hablaba del amor y cuando mis compañeros de clase solían hablar de amor nunca
podía comprender que era realmente lo que quería decir la palabra amor.
PARTE 2
Todo fue tan rápido, no comprendía que era lo
que comenzaba a sentir y porque mi cara se sentía mas joven. La primera señal
me la dio un viejo espejo en la casa de mi abuela, una navidad de 1954. Habían
pasado más de veinte navidades en la casa de mi abuela y aquel espejo no había
sido nada más que un objeto viejo que mi abuela había conseguido de una amiga
Rusa, quien la había incluido en su testamento legándole aquel viejo espejo. El
espejo era igual que yo; no tenia nada de especial. Aquel aspecto oxidado y
manchado era lo que más me desagradaba de aquel espejo y tal vez esa fuera la
razón por la que no le había prestado atención en tanto tiempo. Recuerdo que
antes de aquel momento, mi abuela siempre nos contaba a mis hermanos y a mí la
importancia que ese espejo tenía para ella. Le había pertenecido a aquella
misteriosa mujer rusa de la que mi abuela siempre se negaba a hablar. No había
fotos de ella, ni los más mínimos indicios de que alguna vez hubiesen sido
amigas o familiares, de todos modos jamás dedique el tiempo necesario para
investigar sobre esto, pues únicamente visitaba a mi abuela en las vacaciones
de invierno y luego de eso, mi vida regresaba a esa tranquila normalidad. De
niños, mis hermanos y yo sentíamos emoción cuando en invierno visitábamos a la
abuela en su casa de Boston. Sabíamos que era la oportunidad perfecta de salir
un poco de nuestra horrible rutina, aunque la abuela no se alejara tanto del
trato que nuestros padres nos daban. Al llegar a aquella casa, un olor a cedro
inundaba mi nariz y sabia reconocer aquella atmosfera cálida que una decente
viejecita debía ofrecer a sus hijos y nietos.
La casa estaba dividida por un pasillo por el
cual se entraba a la casa. Al final de este se encontraba aquel enorme espejo
de estilo renacentista, que ocupaba toda la pared y que se encontraba
ligeramente inclinado para que tuvieras que acercarte a el para poder verte
completamente reflejado. Realmente nadie nunca le hizo caso al hecho de que un
espejo así de grande estuviera colocado de frente a la entrada de la casa, por
eso no había notado lo omnisciente que podía ser.
Hacía más de tres horas que la cena de navidad
había terminado y mis padres y mi abuela mantenían una plática conservadora
sobre la juventud de aquellos años. La casa de mi abuela era una casa enorme,
disfrutaba de estar ahí pero desde que había alcanzado los veintisiete años mi
vida parecía estar estancada. Me había estancado en un punto de mi vida en el
que se suponía que debería estar casada, tener por lo menos un hijo, vestirme como
una “dama” y gastar mi tiempo de las tardes con mis amigas tomando cafés y
charlando de las innovaciones del mundo para nuestros hijos…pero no, habían
pasado más de veinte años y no había ni siquiera podido entablar una amistad
verdadera con alguno de mis compañeros. Durante mi primaria había luchado por
ser aceptada por mis demás compañeros, pero mi forma ni mi estado de animo me
ayudaban a conseguir mi objetivo, en la secundaria los compañeros ya no me
ignoraban pero ahora me agredían, en la preparatoria y la universidad habían
dejado de criticarme para olvidarme por completo, pero me había propuesto ser
aceptada al fin, ser respetada y apreciada por la ayuda que pudiera brindar,
así que lo único que logre durante la preparatoria, fue entablar una relación
de compañerismo con un chico llamado Ariel. Nos habíamos encontrado en el
laboratorio de la escuela, limpiando los instrumentos para las practicas del
día siguiente, yo me encontraba ahí porque nadie había querido hacer el trabajo
y en un afán de agradar a los demás, yo lo había aceptado, y él estaba ahí
tratando de hacer lo mismo, pero de una manera distinta. Había aceptado el reto
de romper todos los instrumentos del laboratorio y echarme la culpa. En el
momento en el que entro, vi en sus ojos la firme intensión de cumplir su meta
pero para mi, que la vida me había ofendido de la forma mas baja lo que me
hiciera me favorecería en cualquier momento. Estaba frente a mi y no se atrevía
a mirarme a lo ojos, tenia en las manos un matraz que había acabado de limpiar,
la verdad no esperaba que no cumpliera su reto, pero para mi sorpresa colocó el
matraz en el lugar donde lo había dejado. Desde aquel momento, Ariel se volvió
en la primera persona que habría de mostrarme que podía inspirar un poco de
respeto. Pero Ariel había quedado atrás y en aquel presente se encontraba un
trabajo mediocre, una vida monótona y un espejo que me gritaba a los cuatro
vientos que toda mi vida había estado sin conocer el amor.
PARTE 3
Luego de terminada la cena de Navidad, mis padres
seguían charlando con mi abuela sobre su antigua forma de pensar, mis hermanos
se habían retirado de la mesa y sentados junto a sus maridos y esposas en la
salita junto a la chimenea, fumaban y reían. No comprendía como era posible que
sintieran felicidad, yo siempre había pensado que aquellos matrimonios que
nuestros padres habían arreglado no traerían nada bueno para la familia, pero
es muy cierto que existen otras sensaciones que embragan al alma y la vuelven
incapaz de identificar el verdadero amor.
Recuerdo que aquella noche mi hermana menor era
la única que se había quedado en el comedor a escuchar aquella plática aburrida
que año con año repetían. Me había estado preguntando como seria aquella noche
si mis padres alguna vez se hubieran amado, si nos hubieran demostrado amor o
si mi abuela me hubiera amado o incluso mis hermanos. Primero había caminado
hacia donde se encontraban mis hermanos, pero pronto sentí ganas de estar sola.
De pronto estaba enfrente de aquel espejo inmenso y omnisciente que me mostraba
lo insignificante que era frente a él.
Mi corazón sentía una enorme tristeza por
aquella figura que veía ante mi, quería abrasarla y decirle que no estaba sola,
que no era necesario amar a alguien mas para descubrir que era el amor, que
había vivido todo este tiempo engañada, que aquella aceptación que buscaba no
era necesaria si tanto daño le causaba. Deseaba aliviar sus penas, decirle que
podía llorar todo lo que quisiera, que podía estar triste si ella lo deseaba y
yo estaría allí para consolarla, que no necesitaba de nadie mas que yo, deseaba
decirle lo mucho que me inspiraba ternura y compasión, de verdad quería
decírselo, quería que por primera vez comprendiera lo que el amor es. Y allí estaba yo, llorando frente a un espejo
viejo y manchado, tratando de comprender que era lo que tenia reflejado ante
mi, tratando de entender que había sido de aquella inocente figura, tratando de
entender porque había luchado tanto tiempo, por lo que yo había luchado,
esforzándome por comprender quien era yo.
Todo paso tan rápido, aquel espejo que había
sido el legado de aquella mujer rusa y que era atesorado por mi abuela, me
había dado la primera señal que había necesitado por tanto tiempo. No se como
ocurrió, peo de pronto sentí el mundo venirse encima mío, aquella figura que
estaba en el espejo rápidamente se acercaba a mi en mil pedazos y yo, con los
brazos extendidos esperaba poder brindarle todo aquello que en el mundo no
había podido descubrir. Uno a uno los pedazos fueron clavándose en el piso y
solo algunos se incrustaron en mi cuerpo. En ningún momento había cerrado los
ojos porque quería sentir algo que en mi vida había experimentado; gozo.
PARTE 4
Luego de aquella noche mi madre me había curado
las heridas sin decir una sola palabra y mi abuela que la asistía únicamente me
veía con compasión. Mi abuela siempre había sido un enigma y aquella noche se
había transformado en una persona a quien no conocía.
Luego de Navidad regrese a mi casa, sola. Sabia
que las cosas habían empezado a cambiar, peor mi razón me decía que no era
bueno hacerse falsas esperanzas porque luego me dolería mas. Tenia todo bien
calculado como siempre, tenia una excusa para mi jefe y otra para mis
compañeros, pero no sabia porque desde aquella noche ningún espejo como aquel
me habían mostrado a aquella persona que viera en el espejo de mi abuela.
El frio era insoportable por las mañanas. Cada
día era un pesar enorme levantarse para ir a trabajar, especialmente por
aquellas fechas. Pronto llegue a las oficinas donde trabajaba y note algo
especial en mí. Como buena costumbre, diario respondía a los saludos matinales,
pero aquella vez lo hacia con una sonrisa. Dentro de mí sentía algo que jamás
me hubiese podido explicar, de alguna forma mi alma se sentía mas tranquila,
como si aquel peso lo hubiesen quitado de encima, habían pasado veintisiete
años y por fin me sentía libre de actuar a mi manera. El amor que mi corazón
había deseado sentir por tanto tiempo al fin se estaba dando, no era amor hacia
alguien mas, ni por mis padres, ni mis hermanos ni mi abuela, era hacia aquella
pequeña figura que había visto en esa Navidad.
Sentada en mi cubículo parecía poder ser capaz
de apreciar todo lo bueno de todo lo que me rodeara. Sabía que mi corazón
estaba seguro y que no eran sentimientos de amor hacia alguien mas los que me
hacían comprender que era realmente el amor, eran hacia mi misma. Rápidamente
corrí hacia el baño de mujeres para poder ver mi reflejo, pero no estaba ahí.
Solo veía una figura borrosa, una silueta indefinida frente al espejo. Parecía
que comenzaba a estar enferma, así que abrí la llave del grifo y me moje la
cara para poder refrescar mi cara. La cerré y espere a ver si otra mujer venia
para comprobar aquel fenómeno. Al fin entro una mujer al baño de mujeres y no
sabia porque, pero de ella si podía ver su reflejo en el espejo, entonces gire
la cabeza y seguía sin ver mi reflejo.
No entendía porque cuando creía que por fin
conocería el amor me era arrebatada la imagen de la que había quedado prendida.
Aquella figura que el espejo de mi abuela me mostrara antes de hacerse pedazos
ahora era imposible de ver y no entendía porque.
Mi corazón latía muy fuerte y las mujeres que
poco a poco llegaban al baño a revisarse el maquillaje de la mañana se daban
cuenta de mi pesar. Tal vez nunca se habían percatado de mi presencia pero aquella
vez podía sentir en sus miradas lo mismo que yo había sentido por esa imagen de
esa pequeña mujer.
-Tranquila Artemisa- decían. –tranquila nada
pasa…cálmate todo va a estar bien- dijo una de ellas.
“Sabe mi nombre”, fue lo que pensé. Entonces
voltee la cabeza y sus ojos negros que me querían mirar se clavaron en los
míos. No sabia porque, pero sentía que aquella mujer que no había visto nunca,
me decía con toda la sinceridad que de verdad estaba preocupada por mi.
- Estoy bien- le dije y ella me soltó la mano.
Me miro con cara de profunda decepción y me dijo: - crees no entender porque no
te puedes ver en el espejo, pero en realidad sabes porque-.
PARTE 5
Aquel encuentro me había dejado más que
trastornada. No sabía porque no podía ver mi reflejo y aquello que esa mujer me
había dicho me obligaba a pensar en muchas cosas que había pasado
desapercibidas durante toda mi vida.
Aquel día la cabeza me dolía horriblemente y por
primera vez en mi trabajo había pedido a mi jefe el resto del día para descansar.
Como siempre, me pregunto mi nombre y accedió a mi permiso.
Nadie en mi trabajo conocía mi nombre y aquella
mujer lo había pronunciado sin ninguna duda. No quería saber quien era aquella
mujer pero de algo estaba segura…mi vida comenzaba a cambiar de ahora en
adelante…porque al fin había conocido el amor en su esencia mas pura...había
comprendido que para poder amar a alguien mas es necesario amarse a uno mismo y
sobre todo eso…amar al amor.
Por: Elia Florencia Hernández Reyes